lunes, 10 de septiembre de 2007

AbsdA



Cliché del escritor es el ejercitar el teclado (antes eran bolígrafo o pluma) y sacar a flote las ideas que surgen en el momento mismo de la trascripción sin ningún motivo en particular mas que el placer de decir algo y tener atento al lector ante un inesperado cambio semántico. Sin embargo no siempre sucede, pero daré el placer de cambiar a nada, a mí escribiendo, a usted leyendo y los segundos que existen de silencio de vez en vez dentro de nuestra propia mente y súbitamente chocan los pensamientos a 457 km/h, un parpadeo y luego se va la palabra de vacaciones a donde no la podemos perturbar porque toma margaritas en alguna playa de Manzanillo o en Acapulco y nosotros que la necesitábamos para decir, solo para decir y ahora ni eso podemos. La podemos solicitar a nuestro fax en la cabeza, mientras esperamos con ansia y el receptor se desespera: “Olvídalo ya te tardaste mucho, lo siento” y cuando llega la desgraciada se ha hecho el cambio por el pecado de la tardanza, se ha marchado ya el amor de nuestra vida o la única oportunidad para obtener ese empleo que te saca del atolladero de la miseria, en los peores casos claro está. Tranquilidad, generalmente no pasa de “perdón, olvidé lo que te iba a decir” aunque no sirve para situaciones tan penosas como las mencionadas (risa macabra de fondo). Pero seamos más casuales, no salgamos del margen de las pláticas mundanas y las mentes trascendentes, las que nunca están en su sitio y acompañan a sus propias palabras en esas oníricas vacaciones en alguna playa soleada y paradisíaca con manglares donde crecen exóticas y frescas frutas para acompañar los cócteles no muy fuertes pero deliciosos y les pasa que debajo de la arena playera está una puerta de salida al mundo compartido (para usos prácticos el “Real”) en donde la representación física de la mente ausente es asediada por un emisor de más ideas que deben ser comprendidas al momento mismo en que salen disparadas al espacio, supongamos una plática sobre la forma de las nubes y simetría en el reflejo del espejo del automóvil, y como a la vacacionera y amable conciencia le empiezan a tocar la puerta debajo de la arena las ideas sobre las nubes, empieza la desesperada pala a abrir paso al marco para abrir y dejar fluyan las formas y nubes correspondientes, haciendo de la playa un atasco de vehículos por el periférico, debido a un choque que aconteció milisegundos antes entre un camión lleno de vidrios reflectores de nubes y un automóvil conducido por una idea para escribir en estado de ebriedad que conducía demasiado rápido y cambiando de carrilles (¡Qué lamentable! Seguramente sobrevivió, pero gravemente herida) y llega después de este intento de mimesis del texto el momento cumbre de este párrafo, la catarsis de lo que pasa cuando la mente toma piñas coladas mientras llegan a la playa ideas foráneas y provocan tráfico por un lamentable accidente: absda, eso es lo que pasa.

Absda para las mentes que no están, absda para llenar un vació por el cortocircuito de no saber que decir, o más bien no pronunciar las notas adecuadas. Bendito seas absda, por que eres la respuesta al problema de qué decir cuando estamos procesando al herido a una cama de hospital y recogemos a las nubes con cristales incrustados del pavimento, eres toda una “ocurrencia”, más que jocosa, propia para las mentes extrañas (eso creo yo, porque es simétrica en su escritura y comprensión, mira a AbsdA en un espejo por delante y por atrás y te enamorará, porque no es “eh?” o un conjunto engorroso de palabras carentes de coherencia, o un sonido gutural, ¡es un mantra!). Se recomienda, después de usar el rescate emergente de nuestra querida palabra, ponerse rojo o aparentar demencia y reír, para completar el ciclo social de la incomprensión.

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