lunes, 20 de agosto de 2007

Chapter: Sideways (Diálogo Suicida VII)



Del principio el fin. Que la lluvia sube hacia el cielo y luego en nubes se incorpora al mar, ayer descubrí en el corazón que te amaba y hoy te conocí, francamente antipática. El camino por los jardines nunca me resultó tan insoportable, a cada paso por el adoquinado una pesadez ingrávida, y en cada parcela las flores y hierbas caprichosas, sin rastro de su verdor, tallo o raíz en la tierra, es la algarabía por el anuncio de mi retorno al final del tramo en el jardín. Cruzando es a donde debo de regresar, por el deber de cambiar las direcciones de vez en vez, cuando las más recientes resultan incongruentes con el juicio de mis ancestros, que me gritan con suavidad los sonidos que mi tímpano procurara recopilar y mi mente eludir, pero inevitablemente seguir, cuando minuciosamente las omito de la conciencia. Cruzando es a donde quiero llegar, para observar el resultado de mi selecta cría de hierba mala y cardo en el jardín, que son una extravagante exhibición de rosas y tulipanes, pero al observar sin mucha atención es fácil asombrarse de la vulgaridad de la planta-sin-raíz.



Con franqueza mi alma le habla a las pared y a esta le resulta pedante su voz, mientras yo cosecho lo que con entereza me he dedicado a construir; la destrucción del placer banal, el más espiritual de todos, llorando los grandes éxitos en mi labor, en la felicidad en las fotos, el porqué de mi sonrisa fingida. ¿Acaso soy feliz? Sí, pues cumplo mi función, mi plan de llegar de un extremo a otro y en el tramo encontrar tres puntos medios y cuatro asimétricos, ociosamente aclarando que ninguno igual, un permanente sol distinto hasta que anochezca. Deduzco que el próximo recorrido no será similar, mi desfile por el adoquinado es invariablemente distinto en camino a la eternidad, o hasta que llanamente muera. Aunque siempre es igual, los patrones son concurrentes aún en el más insospechado camino. ¿Acaso debo de terminar? Casi llego al principio otra vez. Finalizar en el principio para que termine plantando otro rosal con tulipanes, para que ahí crezca cardo y hierba mala, para que mis pasos sean insoportables e ingrávidos, para que mi alma siga colisionando su voz en la pared y a esta su voz le resulta cada vez más penetrante y pretenciosa, manteniendo la inocencia con la cicatriz de la experiencia, sin añorar, sin anhelar, pues aún pende una bendición insufrible sobre mi cabeza: Siempre viviendo en los extremos, nada es lo que espero. ¿Acaso siento el mal? Del final el principio.

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